lunes, 9 de noviembre de 2015

Blackadder (La Víbora Negra)

7 octubre, 2010 por David García




“Blackadder” fue, posiblemente, la comedia inglesa definitiva de los 80. Quizás no la más sofisticada, ni la más graciosa. Puede que ni siquiera la “mejor”. Pero a lo largo de sus cuatro series (que no temporadas), “Blackadder” se convirtió en una especie de compendio de las distintas formas de hacer excelente comedia británica.

La serie vio la luz en Junio de 1983, con una miniserie de seis episodios de apenas media hora de duración, tomando como punto de partida una Historia de Inglaterra “alternativa”, en la que los Tudor no llegaron al trono debido a que los Lancaster perdieron la batalla definitiva de la Guerra de las Rosas en Bosworth Field.

Nuestro “héroe” es Lord Edmund Plantagenet (interpretado por Rowan Atkinson), hijo menor del Rey Ricardo IV. Apodado “The Black Adder” (o “Víbora Negra”) por su malicia y sed de poder, su principal ambición es ser coronado rey, aunque eso signifique pasar por encima de su propio hermano mayor. Con la ayuda de su sirviente Baldrick (Tony Robinson) y de su único amigo, Lord Percy Percy (Tim McInnerny), Black Adder urdirá las tramas más enrevesadas que, cómo no, siempre se le acabarán volviendo en contra, debido a su propia ineptitud y falta de previsión.

En Enero de 1986 surgió la segunda miniserie, también de seis episodios de media hora de duración, ésta vez llamada “Blackadder II”. En esta ocasión seguimos las desventuras de Edmund Blackadder (de nuevo Atkinson), noble londinense descendiente del Edmund Blackadder de la miniserie original, a finales del siglo XVI, bajo el reinado de Isabel I (Miranda Richardson). La ambición de este Blackadder se ha atemperado y su principal objetivo a lo largo de esta serie es ganarse el favor de la Reina, enemistándose a menudo con su Lord Chambelán (Stephen Fry).

La tercera miniserie, “Blackadder the Third” (otros seis episodios de media hora de duración), se estrenó en Septiembre de 1987. Aquí Rowan Atkinson interpreta a Edmund Blackadder (cómo podéis ver no se rompieron la cabeza…), Jefe de Mayordomos del Príncipe Regente, el futuro Jorge IV (Hugh Laurie), durante la famosa “locura” de su padre, Jorge III. Situada a caballo entre finales del XVIII y principios del XIX (aunque la Regencia, históricamente, transcurrió entre 1811 y 1820), veremos los esfuerzos de Blackadder para mantener a raya los excesos del Príncipe y no ver mermada su propia dignidad.

“Blackadder Goes Forth” supone la cuarta y última miniserie (seis episodios más de media hora de duración). Estrenada en Septiembre de 1989, narra las experiencias de (sí, lo habéis adivinado…) Edmund Blackadder como Capitán del Ejército Británico en plena Primera Guerra Mundial. Su única ambición es la de sobrevivir y evitar a toda costa ser enviado al frente de combate.

¿Qué es lo que hace tan especial a “Blackadder”?, os preguntaréis. Eso se ve al comprobar su evolución a lo largo de las cuatro miniseries que la componen.

La primera, escrita por Atkinson y Richard Curtis (uno de los nombres clave de la comedia británica de los últimos treinta años, artífice de éxitos televisivos y cinematográficos como “Mr. Bean”, “Cuatro bodas y un funeral”, “Notting Hill”, “El diario de Bridget Jones” o “Love Actually”) se centra en la figura de Atkinson y su habilidad para el slapstick y la mueca exagerada (que, años más tarde, explotaría a la perfección en “Mr. Bean”). Los caretos de Edmund Blackadder son patéticos y risibles, y no podemos evitar reirnos, al tener en cuenta el patetismo de su personaje, un traidor amoral y mezquino cuyos planes siempre se van al garete por su propia incompetencia.

A partir de “Blackadder II”, Atkinson dejaría de ser guionista de la serie para centrarse en la interpretación de su personaje. Su puesto lo ocuparía Ben Elton (al que algunos conoceréis como responsable de series como “The Young Ones”)

La pareja Elton-Curtis sería responsable del cambio de tercio de las series posteriores. Baldrick, el eterno sirviente de Blackadder, pasa de ser la voz de la razón en la primera serie (para ser siempre despreciado por su amo, siempre con nefastas consecuencias), a ser un criado de pocas luces (por no decir ninguna). Por su parte, Blackadder va rebajando sus ambiciones a medida que pasan las generaciones. Al final, el último Edmund Blackadder debe contentarse con sobrevivir en las trincheras.

Otra constante es la progresiva pérdida de estatus social de Blackadder, contrarrestada por un incremento de su inteligencia o, mejor dicho, de destacar ante la estupidez que le rodea.

Y es que la estupidez es una constante a lo largo de las cuatro series.

En “The Black Adder”, es el propio Atkinson el encargado de interpretar a un (cómicamente) odioso personaje que lleva la palabra “estúpido” escrita en su cara y en todas las acciones que realiza.

Pero, a medida que pasan el tiempo y las generaciones, Blackadder se va transformando en un cada vez más cínico observador de la estupidez que le rodea, sean los vanidosos nobles de la segunda serie, las extrañas modas pasajeras importadas de Francia en la tercera serie, o los oficiales de mayor rango en la cuarta, a salvo de cualquier atisbo de metralla en sus imponentes cuarteles generales de la campiña francesa.

Buena parte de culpa de esto la comparten Curtis, Elton y Atkinson. Los dos primeros, como guionistas, supieron elevar un proyecto interesante y con posibilidades a la altura de las mejores comedias británicas de la historia. Rowan Atkinson, por su parte, demostró al mundo su capacidad como actor cómico, demostrando una variedad de registros asombrosa, desde los histrionismos pre-Mr. Bean de los comienzos hasta ese típico humor ácido/corrosivo inglés típico de series posteriores como “The Office” (versión Gervais), pasando por el estilo sitcom clásico de malentendidos tipo “Fawlty Towers”. Eso sin olvidar las excelentes interpretaciones de secundarios de lujo como el asiduo Tony Robinson como Baldrick, así como Hugh Laurie, Stephen Fry, Rik Mayall, Miranda Richardson o Robbie Coltrane.

En resumen, una serie (o quizás debería usar el plural) imprescindible. Si tenéis el más mínimo interés por la comedia británica y sus mitos, debéis darle una oportunidad.

Pido disculpas a todos aquellos que no dominen la lengua de Shakespeare…

























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