sábado, 31 de octubre de 2015

Películas con historia (I): La noche del demonio

22 marzo, 2010 por David García

Night of the Demon (Jacques Tourneur, 1957)


La película empieza cuando el profesor Harrington acude a casa de Julian Karswell. El profesor ha estado investigando las actividades del culto satanista liderado por Karswell pero, desde que inició sus pesquisas, ha notado una presencia maligna, algo más allá de su comprensión, tras sus pasos. Por lo visto la situación ha llegado a tal extremo que el motivo de su visita es implorar a Karswell que pare. Harrington se ha dado cuenta de la “realidad” de lo que se enfrenta y abandonará su investigación. Karswell le contesta que “algunas cosas son más faciles de empezar que de detener” (nada halagüeño…) y, al dar una ojeada al reloj y darse cuenta de que son las nueve de la noche, procede a echar al aterrado Harrington de su propiedad.

Una hora después, al llegar al garaje de su casa, el profesor divisa una brillante y luminosa nube de humo denso avanzando hacia su casa. Aterrorizado, intenta escapar en su coche pero, con las prisas, se empotra contra un poste eléctrico que le cae encima, destrozando su vehículo. Al intentar salir de él, Harrington ve lo que ha estado tras sus pasos todo este tiempo: un demonio de enorme tamaño, con cuernos, peludo, con una leve semblanza humanoide y grandes alas. El pobre profesor, lleno de pánico, no atina a evitar tocar uno de los cables de alta tensión y acaba electrocutado.

Luego vemos como un psicólogo americano llamado Holden aterriza en Inglaterra. Por lo visto ha venido para liderar la investigación de Harrington y, comprensiblemente, su sorpresa es mayúscula al enterarse de la muerte de su colega la noche anterior. Más sorprendente aún para Holden es darse cuenta de que prácticamente todo el mundo, incluyendo sus colegas científicos, parecen creer que la muerte de Harrington se debió a circunstancias sobrenaturales relacionadas de algún modo a su investigación sobre el culto de Karswell. No es algo que le siente muy bien a Holden, cuyo punto de vista es extremadamente materialista y escéptico, como es de rigor en los científicos de las películas antiguas.

En su primera noche en la ciudad recibe una llamada de Karswell, que parece atribuirse el mérito de la muerte de Harrington. Holden empieza a creer que Karswell usó algún tipo de sugestión mental para hacer creer al profesor que tenía poderes sobrenaturales auténticos, haciendo que éste se acabara matando por accidente debido al pánico. Sí, algo cogido por los pelos, pero más plausible que la idea de Karswell invocando a un demonio de verdad para acabar con él.

A continuación, Holden conoce a la sobrina de Harrington, Johanna, quien también cree que Karswell es el responsable. Ha estado leyendo el diario de su tío y en sus páginas ha encontrado pasajes inquietantes. Uno de ellos se refiere a cómo Karswell le metió entre sus papeles un trozo de pergamino con escritura rúnica que, al ser descubierto, voló de sus manos, como si tuviera vida propia, y acabó en la chimenea, consumiéndose en las llamas. Harrington creía que el pergamino era una vieja maldición druidica, que significaba que iba a morir al cabo de dos semanas al dar las diez de la noche.

Lo interesante es que, algo antes en la película, Holden se había encontrado cara a cara con Karswell, y éste le había entregado una tarjeta de visita en la que se puede leer “In memoriam, profesor Harrington, dos semanas concedidas” en una especie de tinta que desaparece sin dejar rastro a los pocos instantes de leerse. En esa ocasión Karswell había anunciado a Holden que su muerte llegaría en tres días, al dar las diez de la noche.

Obviamente, Johanna y Holden acaban descubriendo que Karswell ha metido un pergamino con runas entre sus papeles. Éste, al igual que el pergamino de Harrington, también parece tener vida propia pero, al estar colocada la pantalla en la chimenea, consiguen recuperarlo y evitar su destrucción (detalle éste realmente importante según sabremos en las secuencias finales de la película…). A medida que la trama transcurre queda cada vez más claro que Karswell es un brujo de verdad, y que ha puesto una maldición auténtica sobre ambos científicos para evitar que sus actividades salgan a la luz…

“La noche del demonio” fue dirigida por Jacques Tourneur, el mismo que dirigió “La mujer pantera” en 1942. Sus intenciones de querer hacer de esta película algo igual de ambiguo se notan bien a las claras. El público debía acabar preguntándose si Karswell era realmente un brujo o, simplemente, un hombre con la inteligencia necesaria para comprender, y usar, el poder de la sugestión mental. Pero Tourneur no pudo hacer la película que deseaba y tenía en mente cuando el productor, Hal E. Chester, insistió en que debía, por todos los medios, aparecer un monstruo en la película. Es innegable que, para su época, y sin tener en cuenta su animación, se trata de un monstruo tremendamente convincente (aunque a día de hoy resulte un poco risible), pero la clave del éxito de la película no reside en el monstruo en sí, sino en lo que su aparición supone.

Al hacer aparecer al demonio en los primeros minutos de película se consigue que el espectador se preocupe por lo que le pueda suceder a Holden. Nos sentimos con ganas de reconducirle por el buen camino, hacerle que crea. En ese sentido, resulta sorprendente que casi todos los personajes que aparecen se tomen la noción de lo demoníaco y lo sobrenatural como algo real o plausible, algo que, por norma general, se suele dar más en los films de fantasía y terror japoneses que en el cine europeo y americano. Es una situación pensada para aislar a nuestro protagonista en el contexto de la película. Nadie comparte su exagerado escepticismo, empezando por sus colegas y acabando por el público, pasando por la sobrina de Harrington. Todos le aconsejan que se tome en serio la posibilidad de la existencia de los demonios y de la realidad de las maldiciones, y nosotros, como público, queremos que reaccione, que cambie de actitud, no precisamente por caernos bien, sino por esa condescendencia que el espectador suele mostrar hacia los personajes de las películas cuando sabe más acerca de lo que sucede que éstos.

Pongamos que Tourneur se hubiera salido con la suya. La película no hubiera funcionado tan bien puesto que, entonces, sin monstruo a la vista, nos hubiéramos visto obligados a ponernos del lado de Holden, un personaje que, en ocasiones, bordea la antipatía. Como espectadores nos hubiéramos sentido incómodos en esa situación y no hubiéramos tardado mucho en despreocuparnos por su destino y, consecuentemente, de la película en sí.

Gracias, Hal E. Chester.

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